El Renacimiento italiano en el siglo XV

21/11/2024 14.822 Palabras

Introducción Estados alpinos e italianos en la época de la paz de Lodi (1454) Retrato de Giovanni Boccaccio. Este escritor italiano, de azarosa vida, es, junto con Petrarca, la máxima figura de la literatura del primer renacimiento italiano. Sus poesías amatorias, como las dedicadas a Fiammetta, y sus prosas italianas (El Decamerón, Corbaccio) y en latín (De claris mulieribus) le convierten en un clásico de todos los tiempos. Retrato de Cosme de Médicis según Agnolo di Cosimo di Mariano, llamado Il Bronzino, del Museo del Palazzo Medici Riccardi. Cosme de Médicis fue el gran mecenas florentino; reunió una gran biblioteca, fundó la Academia Platónica y formó un círculo de excelsos artistas. Cronología esencial del cuatrocientos florentino Retrato de Marsilio Ficino. El filósofo y humanista Marsilio Ficino fue un destacado miembro de la Academia Platónica de Florencia. Conocedor de la lengua griega, interpretó la filosofía de los grandes filósofos clásicos y tradujo muchas de sus obras. La literatura humanista en Italia Lorenzo de Médicis, por Giorgio Vasari. Este célebre mecenas florentino, apodado el Magnífico, era nieto de Cosme de Médicis y había heredado de su abuelo las mismas aficiones que aquél por la cultura. El proyecto del rey francés Carlos VIII como respuesta a la descomposición política italiana e intento de creación de un frente antiturco (1485-1494) El cardenal Bessarion y dos hermanos de la Caridad con el relicario Bessarion. El arzobispo de Nicea, Juan Bessarion, tomó parte en el concilio de Florencia como miembro de la Iglesia oriental y se adhirió después a la latina, que lo nombró cardenal y patriarca de Constantinopla. Tradujo a Aristóteles y Jenofonte al latín. Contribuyó poderosamente al conocimiento de la cultura griega en Occidente. La liga de Venecia (1495) y el inicio de la política de cerco a Francia Giuliano de Médicis, por Sandro Botticelli. Nieto también de Cosme, heredó el mando de Florencia junto con su hermano Lorenzo. Murió asesinado por los Pazzi y a partir de entonces Lorenzo gobernaría solo. Europa en el siglo XV Portada de Los diez libros de arquitectura de L. B. Alberti. Traducción castellana editada en Madrid por Alonso Gómez en 1582. Alberti, arquitecto que recibió educación humanística, perteneció también, tras varias vicisitudes, al círculo de los Médicis, y tuvo oportunidad de exponer sus ideas en esta obra y en I cinque ordini architettonici. Su tesis consistió en recabar para el arquitecto la creación de formas basadas en la lucubración estética y en el rigor del cálculo. Estatua ecuestre del Gattamelata, 1447-1450, por Donatello.Donatello, autor de esta magnífica estatua ecuestre, fue una de las figuras más destacadas del renacentismo escultórico en su Toscana natal y en toda Italia. Genealogía de los Visconti y los Sforza Templo de San Andrés, en Mantua, del arquitecto y humanista L. B. Alberti. En esta obra, como en las diversas que realizó, Alberti, un hombre polifacético, supo aplicar a la arquitectura sus amplios conocimientos en diversos ámbitos, por lo que se le puede definir como una figura típicamente renacentista. Retrato de Alfonso el Magnánimo, V de Aragón y I de Nápoles. Alrededor de la corte de este monarca, en el Sur de Italia, surgió un importante movimiento cultural a imitación del florentino. El humanismo del siglo XIV trajo consigo un deseo de hacer revivir la mentalidad clásica. Petrarca, escribiendo cartas a Homero, quería asemejársele en lo posible; Cola di Rienzo, admirando a Bruto y César, creía ser más romano que los próceres que le observaban desde las siete colinas. Pero Rienzo y Petrarca eran menos griegos y menos romanos precisamente porque querían romanizarse o helenizarse. Este sentido arqueológico de la vida, esta erudición del Renacimiento, no tenían nada de clásico. Como dirá Goethe, “los antiguos eran modernos cuando vivían”. Sin embargo, el espíritu humano a veces hace sus mayores progresos por los más extraviados caminos. Para conocer a aquellos griegos y romanos, admirables capitanes, estadistas y poetas, hacía falta desenterrar mármoles y descifrar manuscritos, aprender lenguas muertas, estudiar, investigar y comparar. Y he aquí el verdadero renacimiento: no de lo que renació (que no renació nada), sino de las facultades puestas en juego para hacer renacer, que se avivaron con aquel esfuerzo de la mente.

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